Empresa de renta de plataformas y grúas en Bélgica facilita reuniones en asilo de ancianos.
Un empresario belga puso a disposición enormes grúas para acercar a personas a sus seres queridos, confinados en los pisos altos de asilos y casas de cuidados. Al menos pueden saludarlos más de cerca desde sus ventanas.
Algo que vio una mañana al ir al trabajo le dio una idea Tristan Van den Bosch.
«Vi a un hombre que le gritaba a su madre«, dijo Van den Bosch.
El hombre estaba en la calle y su madre asomaba por la ventana de un tercer piso. Al igual que tantos ancianos, ella está encerrada en su casa para evitar contagiarse del COVID-19. Los días se están haciendo semanas y meses. Y la cuarentena dificulta el contacto con los seres queridos, guardando distancias.
«¡Podemos ayudar a este tipo!», pensó Van den Bosch.
El hombre es gerente de una compañía de renta de plataformas para la limpieza de ventanas y recolección de frutas en Bruselas, Bélgica. A raíz de la pandemia hay poco trabajo y muchas grúas que no son usadas.
¿Por qué no usarlas para elevar personas, para que puedan ver más de cerca a sus parientes en pisos altos?, pensó Van der Bosch.
Desde entonces, Van den Bosch ha estado trasladando grúas a distintos puntos de Bélgica y usando sus plataformas para levantar personas hasta las ventanas de sus parientes. Una hija o un nieto saludan y a los ancianos les vuelve la sonrisa a sus rostros surcados de arrugas. Ninguna conexión por internet genera esa reacción.
Eve Putseys no sabía bien qué esperar cuando empezó a ser elevada por la grúa frente al departamento de su tía Suzanne, de 88 años, en la residencia de ancianos de La Cambre, en las afueras de Bruselas.
«Pasaron siete semanas desde la última vez que la vi», expresó. «Es todo muy emotivo«.
Putseys no paraba de sonreír tras la reunión.
«La pude ver. Fue muy lindo«, expresó. «Y ella parecía feliz de verme«.
La ansiedad que tienen los familiares de personas en residencias para ancianos está justificada: De los 8.843 casos confirmados o bajo sospecha del virus que había en Bélgica hasta el martes, 4.538 se encontraban en esas instalaciones. Las familias se sienten indefensas y temen no volver a ver a sus seres queridos.
A Van den Bosch no le costó mucho conseguir interesados en treparse a sus grúas.
El geriátrico de La Cambre tomó medidas para que todo saliese bien.
«Trabajamos duro, pero todo ha sido muy reconfortante«, dijo el director de La Cambre Thibaut Chevrier. «Los residentes y sus familias se veían muy emocionados«.
Los ejecutivos de Group-f esperan volver a las tareas de limpieza y mantenimiento pronto, pero mientras tanto sienten que le dieron buen uso a su equipo.
«Sí, cuesta dinero, pero las grúas siguen en uso», dijo Van den Bosch. Y, al final de cuentas, «nos alegra haber podido ayudar a la gente».
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